En caso se
le ocurriese a San Jerónimo de los Prados resurgir,
Cruzar el
segundo camino trifurcado, cerca del monte de la Minerva,
Alabar a
la libertad en un conjuro de octubre, hojas rojas, hierbas amarillas
Presto al
pasaje de indomables crines azabaches sobre ceras arcillosas.
Andar pies
desnudos por la orilla de lago del monte de la Minerva,
Desenvainando
su bastón, lanzarse a las aguas profundas de aquel mediodía otoñal
Ante
miradas confusas de una turba recogida entre arbustos de pinos tallados
Algunas
cenizas aun tibias, mensajeras humeantes, viajeras de cielos nativos.
Cuando el
torbellino descendió del monte hasta tocar el turbio lago,
Suspiros
ancestrales recordaron el olor a maderos frescos y hortensias silvestres
Los prados
de San Jerónimo derrocharon gloriosas leyendas aferradas a la lava,
devolviendo
calma al campamento de piedras, precisamente, junto a su tumba helada.
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