Permítanme esta melancolía,
cargar en la mirada todos los grises.
Esos grises que forran el paseo que me
lleva a tus huertos,
Los que ponen hiel donde antes tenía
sabor a besos.
Esa rara sensación de que algo anda
mal,
pero no sé qué.
Quizás aquella esquina de la calle en
la noche
testigo de ardores en la piel,
aquel rincón del pecho sobre el pecho,
retorcidos de placeres clandestinos.
Y ese silencio mezclado con murmullos,
Y los deseos enredados en el aire
pegados al frio muro de las
madrugadas.
Permíteme la melancolía en la nuca,
en el vientre,
en el pecho,
en los malabares de las manos vacías,
con los fantasmas riéndose de mí
a carcajadas.
Malditos fantasmas que no cesan de reír
cuanto más deseo tu presencia
y la melancolía me arropa de pies a
cabeza.
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