Te fuiste cuando estaba llorando
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como cirios que derraman
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lágrimas perladas.
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Te fuiste, aunque estabas ahí, inerte,
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delante de aquel ángel
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que colgaba junto a las flores que
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adornaban tu marcha.
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¿Será que el viento apagó tu voz en el silencio de la noche?
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O te perdió el sol por la tarde tras el horizonte.
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Hasta ahora no entiendo por qué te fuiste dejándome solo.
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Y, hoy, en tu morada entre plantas y árboles,
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donde estremece el silencio y el canto de los pájaros,
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sollozando digo;
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¿Por qué te fuiste?...
¿Acaso te salieron alas?
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