Somos
los insolentes barqueros que no llevan a la otra orilla
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Los
efectos de sus mentes ni las canciones de sus almas
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Que se
guardan los tesoros del pez el puerco y el potro
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Que
no cruzan con la barca a la orilla designada
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Llevando
consigo los trofeos del bien de ojo
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Somos
los cíclopes de ningún solo ojo
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Que
miran y parpadean con la noche
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Y
la vida es la otra orilla de las noches
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La barca
de los días el sol en el cielo
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Los
amores y el tabaco en la tierra siete y setenta velos
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En
nuestro oficio de cruzar almas a la otra orilla del tiempo
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Nos
reservamos las hijas de capitanes y los hijos del colegio
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Nos
quedamos con la miga y arrojamos la cáscara al abismo
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Y
entonces nuestra barca transcurre vacía
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De una a
otra orilla sin peso sin oro sin valor sin prodigios
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Y
alcanzamos el fin de los días de las pausadas horas
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Como
viejos boteros homicidas que se ocultan
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En
los camarotes nichos como reptiles y piratas
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Y
esperamos estúpidamente que la vida nos agende una hora
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Para
explicarle que lo intentamos que siempre lo intentamos
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Pero que
el trabajo era tanto y tan maniqueo
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Que
sólo cruzamos el heno el pan ácimo y el vaso de agua
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Que lo
demás los desposeímos y que ahora que nos morimos
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No
nos llevamos nada a la otra orilla
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Y la
vida nos escucha y nos da rienda suelta
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Y
nos manda a patrullar la mar y nosotros ufanos
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Porque
la engañamos la burlamos pobre vida
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Y
el mar es nuestro pasado pobre marino incauto
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Nuestro
pasado que es casi todo y es todo lo abusado
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Porque la orilla sólo es de los más cautos de los
rectos
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Y el mar es el cielo fatal de los patéticos
náufragos
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Me agrada tu estilo, poeta, directo, "sin pelos en la lengua"
ResponderEliminarShalom, desde Israel