He
dejado que el tiempo vague
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Más
allá de mis deseos
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He
dejado que los vientos soplen
Allende
el ventisquero
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Que
eludan mis pensamientos
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He
dejado que mis manos tiemblen ante la luz
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De
los amarillentos candiles
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Dejé
el ventanal entreabierto
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Con
sus aves mirando tras el cristal
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Dejé
también un sobre en aquella mesa
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De
cóncavas patas
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En
donde se confunde hoy con mañana
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En
donde sin duda alguna
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Quedaron
olvidados algunos tontos afanes
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Pero
de aquello nada importa ya
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Estás
sentada con la cabeza dormida
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En
el mismo sillón
Junto
a mí
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Voy
a dejar que el silencio nos envuelva
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En
esta cómplice dicha tan mía
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Solo
mía…
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