El mar, con sus anchas faldas
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se ha extendido de arriba a abajo
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en el perturbado cielo.
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Su constante movimiento, le
permite
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a los últimos y tímidos rayos del sol
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pasar por encima de sus pies.
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El centro de la tierra se ha removido
entre sus muslos,
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un pulso desordenado late fuertemente
en el vacío,
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huérfano del corazón que lo levantó.
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Las amplias puertas han quedado
atrás
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mudas, cerradas con llave.
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¿Hasta dónde vamos a arrastrar detrás
nuestro
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esta dulce carga?
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El único ser capaz de volver
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a darle el equilibrio, yace sin vigor.
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Una sombra de arcilla enferma y rota,
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olvidada por el mundo.
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TRADUCTOR Luis
Raul Calvo (Argentina)
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