Un ser de luz me habita.
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Su recámara, el alma.
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Pilares al corazón le añade
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al compartir sus brillos
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cuando se acuesta la tarde.
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Despierta en otra dimensión
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donde el color de una mirada extraña
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posa su reflejo en indómitas aguas.
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Agitan revoluciones al compás
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de voces luminosas
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bajo el canto del primer gallo.
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Su sonido muestra paz al amanecer.
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Enfoca dóciles misterios
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con acordeones y guitarras
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en la presencia del calor.
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Portador del nuevo día.
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Acumula fulgores
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en la panza de las horas.
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Convertidas en nutrientes del yo.
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Un yo universal.
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Luz vertiente de los puntos cardinales
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donde recuesto mis consideraciones.
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Sombra viva de mi luz interior.
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