Luego de amarnos como se aman los
lirios
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y
sentir la bruma de tu pecho
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puedo
cerrar los ojos y temblar
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perdida
en los cielos del silencio.
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Luego
de amarnos me quedo quietecita,
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rígida
en la paz que da la dicha
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al
regalarte las cavidades más antiguas
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donde
guardo el tesoro del deseo,
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deseo
que poseen las mariposas
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libando
en alegría y vuelos
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al
robarle el néctar a las rosas.
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Tu
silueta va formando tornasoles,
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con
colores de dicha en los santuarios
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desbordándose
el cáliz de la vida.
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De ese
cáliz que tú y yo degustamos
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adormecidos,
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enlazados,
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sabiendo
que llegarán los días
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cuando
veamos nuestros nombres
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grabados
en la bruma bendecida.
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Solo
entonces germinarán fulgores
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en los
fractales que dibujan tus caricias.
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