Las cajitas musicales de
la señora de al lado
ya no suenan como antes,
sus años los pasa
recordando a ese amor eterno y fugaz,
sonríe solo para darle
armonía al Risorio de Santorini, lleva en el alma un agudo dolor
que envuelve su universo
de amor.
La señora de al lado es
muy sabia,
se sabe todas las
historias de la vida,
pero cuando le piden que
cuente de su amor,
sus ojos se llenan de
perlas
y su mirada se nubla con
cortinas grises,
queda en silencio y se
pierde por momentos
en sus días felices.
“¿Se quedó
esperándolo?”,
le preguntan a la señora
de al lado.
Ella les responde:
“Con él conocí el cielo,
el infierno y el mar,
y si llegara de nuevo le
pediría
un beso que me selle el
alma
como la tinta que sella
las cartas en el tiempo”.
La señora de al lado,
luce impecable, bella,
aunque en su rostro ya
se reflejan las líneas del tiempo.
Cuando se mira al
espejo, recuerda a aquella joven enamorada y al flamante esposo
que partió sin
despedirse.
Ella no lo lloró y
tampoco se despidió de él.
La casa está rodeada de
fotos del amado…
La señora de al lado
contempla las fotos,
tal cual ritual de
siempre.
Sabe que en algún
momento también partirá,
él le brindará su mano y
la ayudará a subir
más alto que las nubes.
Solo así, la señora de
al lado
hará fiesta y podrá por
fin
sonreír de verdad.
Poema del libro Los Caminos de Florencia
de Fiorella Linda Gutiérrez
Lupinta_Lima_Perú.
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