Radiante, prístina, pulcra
surgiste tú de entre mis memorias.
Bella, iluminada, con luz propia,
danzando ritmos de juventud,
con la dermis reluciente y viva.
Así eras, así te vi, como quise.
Tiempos y circunstancias transcurren,
cambian todo lo que tocan
y así ha ocurrido con nosotros.
Ya no es igual, todo evoluciona
y se encamina hacia otra cosa,
hacia un fin preconcebido en otros planos,
--a veces muy duro, triste, angustiante—.
Era tu piel más tersa, yo más fuerte,
tú más despierta, yo más ágil,
tú más hermosa, yo, ahí, ahí.
Lo que perdura igual es el amor
que guarda mi corazón para ti.
No se han borrado los encuentros primeros
ni los andares sigilosos por jardines
cubiertos de perfume y belleza,
rosas que envidiaban tu altivez.
Al fin te pude ver de nuevo
y ¡qué maravilla! Pudo el recuerdo recrear
aquello que ocurrió solo una vez.
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