jueves, 14 de diciembre de 2017

POEMA DE MIGUEL ANTONIO MORALES

Con qué facilidad me reflejé en la sombra
Con ese agrado de sentirme como una fumarola
Sin rostro, sin identidad
E imaginar el alcance infinito de la bruma
La niebla sagrada, acogedora, deificada,
El velo obligándome a regresar a mi nombre
A mi soledad incógnita y febril
Dónde aparezco más humano que nunca
Menos yo que nunca y más El que nunca.
Viajé por la rivera de un río tierno
Dónde los pájaros escuchan el canto de las gotas del río,
Y supe que el sufrimiento diluía la amargura
Y sanaba la piedad entumecida y la constancia de la risa.
Toda la existencia es indómita,
Los rostros son caricaturas tiernas
Los pasadores son livianas hiedras que atan la cordura al alma
Para que no vuele al amanecer impronta hacia el rubor del sol.
Tengo ya el sabor de haberme ido,
De trepar el lomo del caballo galáctico que apaga la vida
Y nos avienta en el cosmos como una estrella fugaz;
La alegría tiembla, la muerte no perece
El universo es genial
El cosmos nunca llora, la pena es sólo de éste yo
Diminuto y joven, que sueña a escondidas con saber
Pretendiendo, pretendiendo al Ser.



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