Aún le arde la piel. No
entiende ese frío que se centra en su centro.
Sólo fue un leve roce de
los labios, y bastó para que cada
poro de su piel pegara
un grito.
y el carmín de los
labios se hizo grana. Un susto gigante
le invadió los sentidos,
y fue muñeca de algodón entre
sus brazos.
Aún no entiende por qué
no duerme ni desea alimento.
Busca los rincones
solitarios para regodearse frotando
su piel y saboreando sus
deseos.
Su boca está marcada de
delicias, y por primera vez
percibe sus senos como
cumbres a punto de erupción.
La entrega total
del primer beso la hace sentir culpable
de un no sé qué,
y se mira al espejo
transformada en mujer.
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