Seguiré siendo la misma
con el mismo nombre
de entrañas venecianas
bañadas de río, lago y mar.
Enamorada de los tepuyes,
afanosa de cuidar la selva,
atenta al llamado del llano
fiel a tu piel bronceada,
cortejada por el trigo y la canela
y el hacedor de la noche
que me besa desde otras tierras.
Mi aroma seguirá paseándose
entre el agua de coco y el cacao
y florecillas de mi vientre recién nacidas.
Dibujaré de blanco y más blanco
tus picos nevados de luz.
De azul y más azul celeste
tu ancho mar y el pincel de tu manantial.
De verde y más verde
las sabanas y sus cantos,
los alzaré en mis hombros
haré un arco triunfal
hasta alcanzar las estrellas extraviadas.
Y en un despertar primaveral
soplaré todas las flores
para que adornen tu pecho, hecho milagro.
Renaceremos juntos la paz
atrás quedará la vasija rota del desencuentro.
Mi nombre hijo, no lo vuelvas a olvidar,
soy parte
del libro de tu vida:
Me llamo Venezuela.
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