Y
yo
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Descreído
ácrata
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Seguí
creyendo
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Viendo
la lluvia de lágrimas
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Bañar
la madreselva que
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Sorteando
la cerca
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Se
alzaba hasta las cumbres blancas del poniente
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Rompiendo
mareas
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Navegando
a ciegas
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Trastocada
por un pálido horizonte
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Desde
donde vertía sus pétalos
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Inundando
de fino almíbar el
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Ajeno
extremo final de los mares
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Y
yo, incrédulo en la inocencia
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Armé
mis trastos de metal
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Junté
mis versos aun sin ser cantados
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Arrumé
fuerzas
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Escondí
un tanto de azarosa suerte
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Para
seguir el rastro de los pétalos encarnados
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Subir
por las cadentes salas
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De
la certeza
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Me
hice de azadones y bestias encabritadas
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Corté
en dos las calles baldías
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No
acallé mis miedos
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En
el valor extremo de la agonía
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Insulté
la cuna de los dioses
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El
palacio vestal de las vírgenes
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Gemí
de valor como de miedo
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Invadí
la soledad
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Violenté
cien ninfas
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Hice
con mi vehemencia un rito matutino
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Sostuve
todas las mentiras para soltarlas libres
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Enseñoreadas
en el patio de los sabios…
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Incrédulo
de hombres y de dioses
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He
creado un rostro que se refleja
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En
el pesar de todos los ojos
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En
el temblor de cada duda
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En
la sombra esquiva de mi cuerpo…
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Descreído
ser de la mañana
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Debo
salir ahora con las manos henchidas en sueños
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A
construir un mundo mágico
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En
donde cada fantasía
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Sea
una infinita duda…
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HERMOSURA DE POEMA.
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