Algún
día
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el
pintor que habita en mí
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extraerá
del escondite
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donde
celoso guarda pinceles,
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caballetes,
paletas, y tintes,
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y
pintará tu hermosa alma
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justo
como la concibe.
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Algún
día,
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tal vez
aquel mismo día,
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la
escultora que en tu espíritu vive
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arrancará
de una montaña
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un
mármol duro y veteado
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y
esculpirá un modelo de mi alma
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también
según la concibe.
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Sé que
en tu retrato
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algún
borrón habrá
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por
torpezas de mis manos.
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En mi
estatua se verán
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mis
deseos reprimidos,
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mis
proyectos inconclusos,
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las
siembras en surcos equivocados,
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los
caminos no andados,
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la
oración sin principio ni fin,
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las
luces que no encendí,
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peor
aun, las velitas que apagué.
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Finalmente
observarás
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mi
abundancia de defectos
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y de
virtudes mi escasez.
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