Desperté, y me encontré en
unos brazos tibios.
El sol brillaba impaciente.
Las rosas sudaban un rocío
extraño
y un rumor de aves volando
a mis pies.
Percibí el llanto de los
querubines.
Desperté,
Mi rio dormido no quiere
fluir
Sus aguas negras,
estancadas,
reflejan la luna olorosa a
nardos.
Nardos floreciendo en
pasiones confusas,
cuerpos húmedos y rígidos
después de la larga faena
de media noche.
Desperté horrorizada,
arrepentida.
Terrible reconocer un descabellado
error,
Y el recuerdo invadiendo
tus entrañas.
Arrepentirse ya no vale.
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