Una iglesia
así, es un libro de la humanidad.
Víctor Hugo.
Fulguraban azules, el rosetón
al lado,
el prodigio del aire y el silencio
en la altura.
Como si el tiempo fuera pebetero
sagrado,
todo el paso vivido, volvió a la
región pura.
Afuera, contra el viento, el grifo
en piedra alado,
-alaba lo deforme su esencia de criatura-.
Adentro la penumbra, corazón
desdoblado,
la inocencia de ver, por una vez, la
hondura.
La Puerta de Santa Ana hizo madre la
entrada.
Aún guardan los siglos la flor del
artesano.
En el libro del techo, la letra
iluminada.
París era esa isla al jueves de
verano.
Y al sol de las bujías, como de nave
anclada,
se elevaban melismas del canto
gregoriano.
2015
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