Llegaste
como un leño
que arde
para el
aterido del medio de la estepa
o la puna,
donde helados, vidriados los ojos,
a cientos de
millares mueren los camélidos.
Y pensabas
como una campanilla
de oro
en el
terciopelo añil
de la
madrugada.
Tus pelos
renegridos
de ondas de
aloe y tu mirada de pantera
me rosaron el
borde del alma
y el rancio
cadáver do habito
como una
sombra de sombra
se puso de
pie.
Tenías una
ametralladora Galil.
Fue entonces que te amé.
En
“Bitácora”. 2016.
Muy bello poema! Toca las fibras del alma. ..
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