Para morirme solo
necesito que muera la poesía,
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que espirales de
sombras envuelvan la risa
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y un puñado de
lirios caiga seco a mis pies.
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Para que se apague
mi vida
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solo necesito que
arda en la hoguera el suspiro virgen
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que desde niña
guardé para ti.
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Que mis manos dejen
de acariciar la orquídea
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que brotó en
mi pecho con el primer beso,
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y que todos los
versos que guardo en mi cofre
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se acomoden tristes
bajo las sombras de mis secretos.
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Estoy convencida
que vivo supurando el vino del recuerdo,
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dejando flotar las
olas del azul de cielo,
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sin pedirle a la
vida amores nuevos.
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Si sigo viva es
porque tu llama arde en mis adentros
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entibiando mis
deseos.
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Mi conciencia vital está en tu
entorno,
y lo agradezco.
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