Quisiera hablarte
con poesía,
patria conocida de
mis entrañas de madre.
Me diste mi primer
hijo y alegrías infinitas
pero las
circunstancias me lo impiden.
Tu dolor en mi
pecho prende alarmas.
Me hago a la tristeza
que la impotencia arrastra.
Desde mi rincón,
ruego con los brazos elevados al cielo.
Imploro que cese tu
violencia y se acabe ese gobierno
a la medida de las
dictaduras más feroces.
¡Si es que existen
dictaduras más suaves!
Todas llevan el
mismo nombre y contenido igual,
corrupción, exceso
de poder, manipulaciones
y la furia del
pueblo atado de manos y pies
sin poder buscar
salidas a la libertad que todo ser precisa.
Acorralados los
derechos y menospreciados los deseos
de vivir sin
zozobras de tantas clases.
El anhelo de vivir
en paz con pan en la mesa
y sin tiros en la
calle para mostrar fuerza.
Me rebelo con la
sabiduría que disfrutan otros regímenes.
Sé que ninguno es
perfecto.
Las democracias
cojean.
Los reinos se
resquebrajan.
Los países claman
justicia.
Los gobernantes
olvidan a sus electores
para abultar sus
bolsillos y el de los amigos.
Enredan sus propios
intereses en ligas
que ciudadanos de
bien condenan.
Mencionar mis
sentimientos es llorar tu desgracia.
Sentir tus párpados
húmedos cercanos a los míos.
Creamos ríos de
protestas desde la voz que no admite
el rejo y menos el
mando equivocado en épocas
cuando la
conciencia elabora otros fines.
Con mis lágrimas me
solidarizo con tus votos de cambio.
Y con mi verso
aclaro mi confianza que pronto
el cauce de tus
destinos tomará el rumbo que la luz guía.
Estrellas en tu
horizonte anuncian otros tiempos.
Soles de paraíso en
tu nación de desafíos.
Retos, huéspedes
del futuro que se anuncia.
Escucho música
celestial.
Notas brotan de
nubes que sonríen.
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