lunes, 6 de febrero de 2017

EL RODAR DE LA PIEDRA por Carlos Castro



No como cualquier día, hoy
a la orilla singular del vaivén
incesante de los años a insistente
aflicción devano adolorido las charcas
sorteadas en esta arisca ladera.

Con la candidez de piedra preciosa
mi madre espiga y granza luminosa
cuida mis pasos como el día aquel
cuando vencido por los maderos de la mesa
no pude alcanzar la bandeja de las hostias.

Ya arrancado el cerro verde olivo del terruño
la infinita pureza azul de su firmamento
aquella calle ancha fue burilando todo
abrupto o disparejo otero desde donde
la belleza se tornaría clorofila de existencia.

Y los arteros golpes de mudos carceleros
nunca tardaron en desatar su furia
ignoraban que la discriminación dialéctica
de todo cuanto existe había calado hasta el origen
y sustrato de negación infinita de la muerte y la vida.

Hoy, pese al maltrecho espigón y rada
donde recalaron todo desencanto, puedo
confesar que dentro  la banalidad e insignificancia
de una piedra tirada en el camino, hallé ternura
total y sabia, ajena al espanto de la indolencia.

0 comentarios :

Publicar un comentario