Es la hora de cantar con la
médula del alma,
Se retuerce en espirales la calma,
Y sigo sin rumbo tratando de ubicarte en esta madrugada.
Es temprano y hay silencio.
Solo escucho el chasquido de un pájaro triste,
Ese conoce la oscuridad de mis ojos,
Se retuerce en espirales la calma,
Y sigo sin rumbo tratando de ubicarte en esta madrugada.
Es temprano y hay silencio.
Solo escucho el chasquido de un pájaro triste,
Ese conoce la oscuridad de mis ojos,
y tiembla.
Tiembla su pecho de plumas negras buscando consuelo para su dolor.
Es la hora de poner en palabras la nostalgia.
Que se cuele en el aire frio este deseo que consume las horas,
Es que habitas en cada gota de mi sangre vieja,
en cada palmo de mi piel reseca.
De esa piel que se eriza de tan solo pensarte,
y busco encadenada poseerte
en las profundidades de mis selvas,
en mis pantanos y ciénagas,
donde se esconden las locuras de este amor sin nombre.
Este poema lo escribo para ti, mi niño grande.
Tú, que te escurres por cada una de mis grietas,
y sin saberlo pones bálsamo en las ruinas de este cuerpo
que te canta en esta madrugada una nana en la distancia.
Es temprano y deseo cantar para ti.
Tiembla su pecho de plumas negras buscando consuelo para su dolor.
Es la hora de poner en palabras la nostalgia.
Que se cuele en el aire frio este deseo que consume las horas,
Es que habitas en cada gota de mi sangre vieja,
en cada palmo de mi piel reseca.
De esa piel que se eriza de tan solo pensarte,
y busco encadenada poseerte
en las profundidades de mis selvas,
en mis pantanos y ciénagas,
donde se esconden las locuras de este amor sin nombre.
Este poema lo escribo para ti, mi niño grande.
Tú, que te escurres por cada una de mis grietas,
y sin saberlo pones bálsamo en las ruinas de este cuerpo
que te canta en esta madrugada una nana en la distancia.
Es temprano y deseo cantar para ti.
Carmen Amaralis Vega
Olivencia publicado en octubre 25, 2015 a las 10:30am
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