¡Cuántos momentos de la verdad
me han cercado
con sus argumentos
punzantes!
Horas de heridas hondas.
Un nuevo instante
me acecha
ostentoso, desafiante,
ya ni siquiera agazapado.
Tu marcha fue el tajo más salvaje,
la certeza más horrenda.
Mi alma se necrosó
junto a tu cuerpo,
mi corazón devino piedra
y nunca más fluyeron las lágrimas.
Mi madre, la que amo siempre
porque su cordón sigue conmigo,
se fue como una traición,
inopinadamente,
en nuestro mar cálido
de las complicidades.
La injusta expulsión del paraíso
me dejó huérfana de territorios,
¡tanto dolor en
la corta hechura de un cuerpo!
Y ahora nuestra casa se diluye
en los eternos dominios
del olvido.
Se volverán nebulosas
los ilimitados rincones
poblados
de arte y de amor.
¡Tantas horas de la verdad
a las que enfrentarse!¡
Ecce mulier!
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