Confundida, me hallo cuando
la caricia no es más fuerte
que el abrazo.
En él se funden explicaciones.
Reclamadas por nuestros cuerpos.
Comunión de caprichos
a la vera de caminos de éxtasis
hacia lo que se considera
el amor prohibido,
donde todo cabe
en el vértice de los humos.
Hasta la locura de sabernos
orates de pasión.
Perdiendo la noción de espacio
y de tiempo.
Ruidos selváticos acompañan
nuestras oraciones
a la altura de las ovaciones.
Pecados cometidos cometidos
al lomo de este calor
que nos trae cabalgando
el orgasmo del universo,
a la merced de nuestros alientos.
Corren por los cielos
dejando la estela de un gemido
que de truenos y relámpagos
conoce sus misterios.
Disipados los secretos,
el alma viva del mimar
trae su confesión
al declararse desnuda
frente a cualquier erupción.
Volcanes como el tuyo
y el mío cuyas lavas
explotan en nuestro sentir.
Rincón vedado al desamor.
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