miércoles, 9 de octubre de 2019

LOS DIAS DE LA INOCENCIA por MARITA TROIANO

                               


                                                                     
                                                            A mi amigo, Paco Bendezú, poeta inmenso.


En el sesentidós éramos pocos en Chincha
La moral era clara    Nos conocíamos todos
por nombres y apellidos, por signos, por orígenes
Algunos viejos rechazaban la costumbre de vivir
y otros          iban lento por las horas
con sus libros cabalgando en los bolsillos
y retazos de sol entre las manos secas
Bajo un pálido cielo    mudándose al silencio

Se andaba sin temor a la extinción
por las plazuelas quietas con palmeras bordadas           
Entre la luz polvosa
Sabiendo a las almohadas inocentes
El cuerpo cultivado en buena tierra  
La sangre fresca

En el sesentidós hubo un verano largo y muchas tardes lentas
Las sonrisas se cosieron a las sombras
y el alma se nutría a sol y caña dulce
Recostados en murallas de adobe
retozábamos tibios junto a milagros perezosos
Con el metabolismo lento
Dibujando pisadas con zapatos de charol
Los trajes blancos y sombreros con gracia los domingos
Creyendo saber mucho del diluvio universal
De la uva negra
De los gallos haciéndonos nacer muy pronto
Del rumor del sol en la floresta
De las sábanas de hilo
Del mantel manchado en Navidad con vino tinto

En el sesentidós dormíamos temprano
(salvo en la Nochebuena y para la procesión
del Señor de los Milagros)
Los insomnios venían extranjeros
con las tierras de Arabia, lepra en technicolor
filisteos , Sansón entre pantanos
y ese león de la Metro rugiendo desde écranes gastados

En aquel  tiempo  todos pensábamos que el Papa era un santo
Kennedy un ángel de los cielos y  rojo muy rojo todo el diablo
No nos herían el tiempo o los inviernos
Mariposas amarillas cubrían firmamentos
y en noches de luna llena venían de visita los ancestros

En el sesentidós tuvimos dos eclipses
un sol furioso al mediodía tres semanas
y cincuenta y cuatro tías montadas en tacones
cansando letanías a quienes saludar por las mañanas
Aquel año sentí temor de Dios
Vergüenza de mentir y fueron mis pezones más rosados
Me corrí del azufre como aroma del maligno
y escuché maldiciones del vicario mayor
por debajo de una luna que se tornó amarilla de repente

En el sesentidós estaba todo en orden
Mi cuello   mi casa   mi columna vertebral   y mi esperanza
Era tiempo de caricias, de cuentos de Calleja
de nueva historia universal
Éramos la gente de este pueblo junto al mar
que leía el periódico muy tarde en las mañanas
con la risa quebrando los temores
alejadas las lágrimas jugando mundo en la vereda con cáscaras de plátano resecas
aliento a mantequilla y vaho a mermelada de ciruelas hecha en casa

En el sesentidós era feliz    (¡Qué duda cabe!)
Tenía apenas nueve años    Alejada la malicia de vivir
Sin soledad y mil sueños correteando por mi aldea consagrada
Fue un buen año aquel sesentidós
¡Muy buen año! 
De veras.


(De : MORTAL IN PURIBUS – Lluvia Editores – Lima, 1996 – Sgda. Ed. 1997)
  


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