A mi amigo, Paco Bendezú, poeta inmenso.
En el sesentidós
éramos pocos en Chincha
La moral era
clara Nos conocíamos todos
por nombres y
apellidos, por signos, por orígenes
Algunos viejos
rechazaban la costumbre de vivir
y otros iban lento por las horas
con sus libros cabalgando
en los bolsillos
y retazos de sol
entre las manos secas
Bajo un pálido
cielo mudándose al silencio
Se andaba sin temor
a la extinción
por las plazuelas
quietas con palmeras bordadas
Entre la luz
polvosa
Sabiendo a las
almohadas inocentes
El cuerpo cultivado
en buena tierra
La sangre fresca
En el sesentidós
hubo un verano largo y muchas tardes lentas
Las sonrisas se
cosieron a las sombras
y el alma se nutría
a sol y caña dulce
Recostados en
murallas de adobe
retozábamos tibios
junto a milagros perezosos
Con el metabolismo
lento
Dibujando pisadas
con zapatos de charol
Los trajes blancos
y sombreros con gracia los domingos
Creyendo saber
mucho del diluvio universal
De la uva negra
De los gallos
haciéndonos nacer muy pronto
Del rumor del sol
en la floresta
De las sábanas de
hilo
Del mantel manchado
en Navidad con vino tinto
En el sesentidós
dormíamos temprano
(salvo en la
Nochebuena y para la procesión
del Señor de los
Milagros)
Los insomnios
venían extranjeros
con las tierras de
Arabia, lepra en technicolor
filisteos , Sansón
entre pantanos
y ese león de la
Metro rugiendo desde écranes gastados
En aquel tiempo
todos pensábamos que el Papa era un santo
Kennedy un ángel de
los cielos y rojo muy rojo todo el
diablo
No nos herían el
tiempo o los inviernos
Mariposas amarillas
cubrían firmamentos
y en noches de luna
llena venían de visita los ancestros
En el sesentidós
tuvimos dos eclipses
un sol furioso al
mediodía tres semanas
y cincuenta y
cuatro tías montadas en tacones
cansando letanías a
quienes saludar por las mañanas
Aquel año sentí
temor de Dios
Vergüenza de mentir
y fueron mis pezones más rosados
Me corrí del azufre
como aroma del maligno
y escuché
maldiciones del vicario mayor
por debajo de una
luna que se tornó amarilla de repente
En el sesentidós
estaba todo en orden
Mi cuello mi casa
mi columna vertebral y mi
esperanza
Era tiempo de
caricias, de cuentos de Calleja
de nueva historia
universal
Éramos la gente de
este pueblo junto al mar
que leía el periódico
muy tarde en las mañanas
con la risa
quebrando los temores
alejadas las
lágrimas jugando mundo en la vereda
con cáscaras de plátano resecas
aliento a
mantequilla y vaho a mermelada de ciruelas hecha en casa
En el sesentidós
era feliz (¡Qué duda cabe!)
Tenía apenas nueve
años Alejada la malicia de vivir
Sin soledad y mil
sueños correteando por mi aldea consagrada
Fue un buen año
aquel sesentidós
¡Muy buen año!
De veras.
(De : MORTAL
IN PURIBUS – Lluvia Editores – Lima, 1996 – Sgda. Ed. 1997)
0 comentarios :
Publicar un comentario