No fue la muerte, no.
Traspasó el umbral
y siguió en carne viva.
Podía ver la línea que le separa del
suplicio.
Podía olfatear las fragancias
infinitas,
degustar el sabor de la sangre,
tocando con sus dedos finos la piel
del tiempo.
Tiempo eterno enmarcando su esencia,
eterno tiempo que dibuja la ruta
trazada,
Y no hay manera de cambiarla,
Es necesario cumplir el mandato del
destino,
ser parte del fractal que embellece
al infinito.
Se asombra de la fuerza que le
arropa.
Puede superar las miradas tristes,
los murmullos grises,
el letargo del tiempo.
Mientras su alma vuela alto,
Tan alto que puede acariciar
el rostro de su ángel de la Guarda.
Carmen Amaralis Vega Olivencia
www.carmenamaralis-vega.com.ve
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