No eres
culpable, no te sientas culpable.
De este dolor
que me habita
solo es
culpable el destino que se pinta por las calles.
De las grietas
y los surcos
solo es
responsable la infinita sensibilidad.
Esa que me hace
llorar cuando veo a un niño desnudo,
con hambre,
descalzo, sucio…
De esta
angustia que me habita
es culpable ese
vértice entre la paz y la guerra.
Guerra con
bombas sobre cúpulas antiguas,
sobre escuelas,
hospitales y tumbas nuestras.
Que si sufro,
no es tu culpa.
Trato de no
mirar, y aún con ojos cerrados
veo moverse
los cadáveres narcotizados en mis plazas,
y no puedo
evitar escuchar esos gritos de niñas violadas,
de partos
malogrados por los golpes,
de labios rotos
por un puño infame.
Créeme, valoro
tu interés en curarme.
De poner tu
rostro sobre el mío
borrando las
muecas de tristeza,
compartiendo
mis angustias,
dibujando la
esperanza sobre mi piel vieja,
esperando un
día se aclare mi mirada
y te vea
revoloteando en tu nube azul.
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