jueves, 9 de junio de 2016

Danzando de amarillo por Ida Luz Solís.




Anoche esperé a que todos durmieran
para salirme a bailar

Volaba, feliz y con mis alas agitaba
 y espantaba a los fantasmas 
envidiosos que me querían bajar

Bailaba dichosa mirando mis alas
y era killicha, lechuza de media noche
dueña de caminos y tejados
volando de un extremo a otro

Miraba a los arbolitos
 que se volvían niños mientras dormían
miraba  los ríos  cansados de estar brillando todo el día
y que también dormían

Era la reina de la noche
No tenía límites en mi volar

Era la lechuza dueña  de los cielos
de los árboles y los tejados

Dorada y plateada, iluminada
 volaba a toda velocidad
impulsada por la luz de mi cabeza
y por la veloz vibración  de mis alas de oro

Ahora mismo, soy una lechuza terca y perdurable
que no se resigna a los tiempos


Soy una lechuza que aún vive en los cerros
como hace mil años

Vivo en el cerro más alto que cuida la ciudad
hago mi paradero preferido
en la torre de la iglesia más antigua

Soy el ave, reina de la noche
que divisa atenta desde los árboles
el juego de  luces de las ventanitas que se apagan
Soy la Killicha que conoce cada calle por su nombre
y sabe de memoria el comienzo y el final
de toda pequeña avenida

Soy un ave que alimenta sus vientos con tanta felicidad

A veces, me suspendo en el aire infinito
con la ilusión de que se ha detenido el tiempo
( solo algún gato techero me vuelve a la realidad
 y se que estoy descendiendo)

Rondo la ciudad, dueña de la noche
 salpico todas las casas con mis alas de escarcha dorada

Nuevamente agito mis alas y llego hasta lo más alto
 y caigo en picada
en medio de chillidos interminables
envuelta en  vientos y felicidad

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