¡Y ardió la tierra!
|
llegó el día en que la pachamama
|
entregó sus hijos a las madres
|
arena roja en granate y cal
|
|
¡Ay... la memoria secuestrada!
|
¡Ay... el estruendo de su llanto!
|
|
Y brotaron sus dedos, sus ojos
|
desbordaron sus brazos, sus piernas
|
en el desierto de la eternidad
|
ante el aullido del viento
|
y la sombra de los apus
|
|
¡Ay... el estruendo de su llanto!
|
|
Las piedras abrieron camino
|
delatando a las hienas
|
de su crepúsculo
|
el brillo de las llaves calcinadas
|
de su mudo y deshuesado dueño
|
|
Y se abrió el pecho de la tierra
|
germinó con coraje la cantuta
|
desde el sepulcro infame
|
con el alba de la justicia
|
por los senderos de la vida.
|
0 comentarios :
Publicar un comentario